jueves, 3 de marzo de 2011

Cuentos suicidas

UNO
Esta mañana desperté con ganas de llorar, lo hice. Hace días que no resisto la presencia de estos seres que se hacen llamar “familia”. Hace semanas que deambulo por la casa, que la comida no me sabe, que la cama es mi mejor compañía. Hace pocos meses que empecé a silenciarme, que hablar me provoca cansancio. Mi aspecto me provoca miedo, mirarme al espejo paraliza mi cuerpo, temo mirarme y reconocerme al fin. Ayer salí por la tarde y sentí frío, mire a mi alrededor y las lágrimas corrieron sobre mí, temí por mí. Hoy después de llorar escribí unas cuantas notas, toque el piano, y besé a mamá. A media mañana tome un baño largo, mire mi cuerpo cambiando pálido sin sabor, lo mire fijamente mientras peinaba mi cabello, es tan largo. Tome un vestido color rosa y los zapatos de fiesta, puse color en mis mejillas y me mire. Después de un largo tiempo lo enfrente, este es mi rostro esta soy, no hizo falta maquillar mis ojos tenían un brillo especial, camine por la casa dando pasos muy firmes y ruidosos, hice sentir mi presencia en las paredes, recorrí cada mueble con los dedos, empaque mis cosas y las tuyas en la misma valija y la coloque debajo de la cama. Respire hondo el dulce olor de la casa, el amargo sabor de mis días en ella, y camine hasta la puerta. Entonces camine hacia ti, había olvidado el camino, me costó recordar las calles, hace tanto que no sentía el sol sobre mí, el calor de otras personas. Me senté en un parque a mirar niños, como tú y yo lo hacíamos, les puse nombres, y sin buscarlo sonreí. Seguí caminando hacia ti, empecé a recordar poco a poco al caer la tarde me detuve en una heladería compre uno grande sabor coco, también bebí una horchata casi de un sorbo. Al fin llegue a tu casa, no hizo falta tocar la puerta, estaba abierta, camine hacia tu habitación y estabas ahí, duro como siempre, sin expresión, me arroje sobre ti, y perdí el conocimiento. Ernesto 1976-2009