miércoles, 23 de noviembre de 2011

Una vez por año

Nuestro amor es una serie de decisiones desafortunadas, maldito el amor que nos puso de cabeza, malditas las hormonas que nos pusieron uno sobre el otro, maldigo al corazón que se aferró a ti como escapatoria. Nuestro amor es un signo de interrogación en la oración, una foto no publicada, un beso no terminado, es un montón de pasos inconclusos que no llegan a ninguna parte. Nuestro amor es el secreto peor guardado, es una figura hermosa al sentir, lastimosa al mirar. Nuestro amor no es perfecto pero es nuestro. Y la cuenta de posibles definiciones a este sentimiento que me enferma una vez por año, continúa.

miércoles, 8 de junio de 2011

El espectador

No apareces en la foto, no figuras en la conversación, eres el testigo ausente, has guiado mis pasos durante años, y no puedo compartirte mi deseo más profundo, has besado mis labios una y otra vez sin obtener la respuesta deseada, eres el espectador de mi ir y venir por la vida, he visto tus ojos inundados de lágrimas ante mi indiferencia, ante mi aparente desamor, he escuchado tu voz quebrarse ante mí, resignada al lugar que ocupan en mi existencia. Te he visto mirarme celoso por los pasillos, buscarme entre la gente y no encontrarme. Yo también he sido testigo de tus éxitos y fracasos, he abrazado tus logros y consolado tu sufrimiento, pero todo en profunda intimidad, nunca ante los ojos de este mundo ambulante, sediento de morbo y noticias. Me he mirado ante ti preguntándonos una y otra vez en qué momento tomamos este camino, cuando dejaste de luchar, y culparme hoy no merece la pena. Eres el compañero perfecto, porque estas tan lejos de mi corazón que tus reproches no pueden tocarlo, y tan cerca que puedo aferrarte a mí el día que me plazca. Conozco el poder de mis miradas sobre ti, tu debilidad disfrazada, sé de tu búsqueda incesante, de tus miedos y el impacto de mis pasos por tu vida. Te he visto luchar contra mí, tus intentos por escapar, tus peleas y discusiones con mi ausencia, he sentido la fuerza de tu corazón por sacarme de ahí, he sentido tu indiferencia mentirosa, y al final la caída de tu orgullo ante mí. Sé también que hay rencor y culpa en nuestras manos, hay marcas imborrables recordatorios del daño causado, no me culpo así tenía que ser.

martes, 19 de abril de 2011

La terminal

Cuántas veces fuiste por mí a la terminal, cuántas veces nos despedimos, cuántas más yo te espere, sentada, ansiosa, sonriente, el ir y venir de nuestra historia de amor, entre autobuses que vienen y van, el ir y venir de nuestros caminos, empeñados en separarse, unidos por el capricho propio de dos almas solitarias que se esfuerzan por amarse y acompañarse. Algunas veces fueron semanas, otros días, pero cada encuentro llenaba de ganas mi vida, de esperanza al corazón, cada despedida me daba la dosis justa de dolor, de tragedia para la novela personal. Tenía el tiempo perfecto para planear el siguiente encuentro, para idear la pelea perfecta, el pretexto ideal para alejarte o aferrarte a mí, dependiendo el humor de la mañana, o las ganas de la tarde. Nunca pretendiste darme más, nunca me propuse pedirlo, estaba bien así, una o dos veces al mes, poco amor y menos lágrimas, la complicidad de nuestras miradas silenciosas aún cuando nuestros labios no paraban de hablar, dos desconocidos que hablan de sus vidas tan aparte una de la otra. Me acostumbre a tu cuerpo ajeno y misterioso, a un ritmo diferente cada encuentro, a pensar mientras estallas, a callar cuando me amabas. Sin sacrificios, ni protocolos, solo tú y yo en una habitación cualquiera, a veces tuya otras tan mía. Los dos caminando sin tomarnos las manos con el miedo a sentirnos propiedad del otro, escapando de esta nube de amor que nos seduce a emprender el viaje hacia tu cuerpo. Después de la despedida del día quedaba una sonrisa temerosa, la expectativa del siguiente encuentro, el camino hacia la rutina y el hastío. Nunca hubo lágrimas, ni abrazos prolongados, solo lo necesario, para entender que nos necesitábamos, para saber que habría una próxima. Pero esta vez no, paso algo que me detuvo a abrazarte más de la cuenta, algo me impulso a susurrar a tu oído mi sentencia de muerte: te amo.

2

¿Todos tenemos la capacidad de amar? Es una duda que despertó mi sueño esta mañana, y si acaso yo nací sin ella, si un buen día la deje ir, y hoy que la busco, no la encuentro. Si hoy que despierto con todas las ganas de resucitar al corazón resulta inútil. Por una simple razón: no tengo el don de amar. Sí, un don que sólo algunos tontos poseen, porque a final de cuentas se tiene que ser muy ignorante para darle todo a alguien más, para saltar al vacío sin un cuerpo de repuesto. Todos los días despertaba pensando hoy será el día, hoy lo besaré, hoy haremos el amor hasta estallar y por fin llegara: lo amaré. Ese día nunca llegó. Él se fue, y con él toda esperanza de comprobar mi teoría, porque debo confesar que siempre habito en mi cabeza, no tal como ahora, pero si había un ruido dentro de mí diciendo: no puedes amar! Esa misma voz que está mañana me despertó de golpe, si el don está ausente en mí, no me queda más que vagar por la vida tomando de los seres que me rodean el placer y el dolor que me recuerden que existo: pero vaya revelación sin amor no hay dolor, sin dolor no hay placer. Es media mañana y sigo en la habitación pensando qué podre hacer: Soy tan desgraciada, nací sin don de amor. Es media tarde y encontré la respuesta: un frasco de pastillas de mamá, descubren la solución a mi problema.

jueves, 3 de marzo de 2011

Cuentos suicidas

UNO
Esta mañana desperté con ganas de llorar, lo hice. Hace días que no resisto la presencia de estos seres que se hacen llamar “familia”. Hace semanas que deambulo por la casa, que la comida no me sabe, que la cama es mi mejor compañía. Hace pocos meses que empecé a silenciarme, que hablar me provoca cansancio. Mi aspecto me provoca miedo, mirarme al espejo paraliza mi cuerpo, temo mirarme y reconocerme al fin. Ayer salí por la tarde y sentí frío, mire a mi alrededor y las lágrimas corrieron sobre mí, temí por mí. Hoy después de llorar escribí unas cuantas notas, toque el piano, y besé a mamá. A media mañana tome un baño largo, mire mi cuerpo cambiando pálido sin sabor, lo mire fijamente mientras peinaba mi cabello, es tan largo. Tome un vestido color rosa y los zapatos de fiesta, puse color en mis mejillas y me mire. Después de un largo tiempo lo enfrente, este es mi rostro esta soy, no hizo falta maquillar mis ojos tenían un brillo especial, camine por la casa dando pasos muy firmes y ruidosos, hice sentir mi presencia en las paredes, recorrí cada mueble con los dedos, empaque mis cosas y las tuyas en la misma valija y la coloque debajo de la cama. Respire hondo el dulce olor de la casa, el amargo sabor de mis días en ella, y camine hasta la puerta. Entonces camine hacia ti, había olvidado el camino, me costó recordar las calles, hace tanto que no sentía el sol sobre mí, el calor de otras personas. Me senté en un parque a mirar niños, como tú y yo lo hacíamos, les puse nombres, y sin buscarlo sonreí. Seguí caminando hacia ti, empecé a recordar poco a poco al caer la tarde me detuve en una heladería compre uno grande sabor coco, también bebí una horchata casi de un sorbo. Al fin llegue a tu casa, no hizo falta tocar la puerta, estaba abierta, camine hacia tu habitación y estabas ahí, duro como siempre, sin expresión, me arroje sobre ti, y perdí el conocimiento. Ernesto 1976-2009